TRAUMA INFANTIL
¿Qué es el trauma?
Una mirada desde la infancia y la investigación
El auge del estudio del trauma
En las últimas décadas, el estudio del trauma ha avanzado enormemente, generando nuevas publicaciones y perspectivas. Esto ha permitido visibilizar y sensibilizar sobre un tema que antes estaba muy silenciado.
Sin embargo, el término trauma también se está utilizando de forma masiva e indiscriminada, sobre todo en redes sociales. Si bien encontramos información útil y contrastada, también existe mucha sin fuentes fiables.
¿Qué entendemos por trauma?
El trauma aparece cuando vivimos una situación dolorosa que sobrepasa nuestra capacidad de afrontamiento. Aunque la persona haya logrado “salir viva” de la situación, el sistema nervioso sigue reaccionando como si el peligro continuara.
Ejemplo: Un niño de 5 años muerde un perro. Aunque sus heridas físicas sanan, años después sigue entrando en pánico cada vez que ve o escucha un perro. Su sistema nervioso activa una alerta porque asocia el recuerdo del mordisco con peligro, aunque racionalmente sepa que no todos los perros son agresivos.
Como explica Sandra Baita (2019), el trauma no es el evento en sí, sino las consecuencias que deja en la vida y en el cuerpo de la persona.
Situaciones con alto potencial traumático en la infancia
Algunas experiencias tienen más probabilidades de provocar trauma en los niños y adolescentes:
Guerras, terrorismo o violencia ambiental continua, que generan una alerta permanente.
Tratamientos médicos intrusivos o de larga duración en edades tempranas.
Catástrofes o fenómenos meteorológicos extremos que ponen en riesgo la vida.
Accidentes graves, propios o de seres queridos.
Violencia dentro del hogar o ser testigo de maltrato.
Separaciones prolongadas de los cuidadores de referencia.
Violencia entre iguales, como bullying o pertenencia a bandas.
También se reconocen hoy otros eventos potencialmente traumatizantes, como cambios de casa o colegio, divorcio de los padres (sobre todo antes de los 7 años) o migraciones, que pueden generar síntomas de ansiedad, retraimiento o tristeza.
⚠️ Es importante aclarar que no todas las personas expuestas a una situación potencialmente traumática desarrollarán síntomas.
Trauma simple vs. trauma complejo
Trauma simple: se da cuando el niño o niña vive un único evento traumático, como un accidente.
Trauma complejo: ocurre cuando los eventos son repetidos y prolongados en el tiempo, como el maltrato dentro del hogar.
La diferencia principal está en la frecuencia, la duración y la edad de inicio. A mayor exposición, más graves serán los síntomas.
Ejemplo:
Un niño de 11 años que sufre un accidente de coche del que sale ileso puede desarrollar síntomas, pero de menor intensidad.
Un niño de 7 años que desde los 3 ha sufrido abuso sexual por parte de un familiar y bullying en el colegio, presentará síntomas más graves y persistentes (Silberg, 2019).
Áreas afectadas por el trauma temprano
Según Judith Herman (1992), el trauma temprano afecta al desarrollo de seis áreas fundamentales en la infancia:
Regulación afectiva: dificultad para gestionar emociones propias y ajenas.
Conciencia: alteración de la percepción de lo que está bien o mal.
Percepción de sí mismo: visión negativa de uno mismo (“soy malo”, “soy culpable”).
Percepción del autor de los hechos: el perpetrador no siempre se percibe como negativo.
Relaciones: conductas disfuncionales que dificultan el vínculo (agresividad, ausencia emocional, hipersexualización…).
Significado de lo sucedido: el niño/a construye interpretaciones alteradas.
Consecuencias en la vida diaria.
Uno de los síntomas más frecuentes es la bajada del rendimiento escolar o el mal comportamiento en clase. Cuando el cerebro está en alerta, su prioridad es mantener al niño vivo, no aprender.
El sistema nervioso interpreta la situación como una amenaza para la vida, especialmente en casos de abuso físico, psicológico, sexual o negligencia. Y es que los niños nacen con la certeza de que necesitan del otro para sobrevivir, no solo alimento, sino también cuidado y sostén emocional (Cortés, 2017).
Referencias
Baita, S. (2019). Rompecabezas. Una guía introductoria al trauma y la disociación en la infancia. Ediciones Buenos Aires.
Cortés, C. (2017). Mírame, siénteme. Desclée De Brower.
Silberg, J. (2019). El niño superviviente: curar el trauma del desarrollo y la disociación. Desclée De Brower.